A Monseñor Romero

El hombre, la cruz, y la sotana (A Monseñor Romero)

Autor: Josué Mauricio Ramírez Martínez, ex estudiante de Licenciatura en Sociología

23-05-2015

Desde el camino del maíz y la tierra de la luz, un par de piernas caminaron hacia el fuego. Tenaz y vigoroso, los pasos de aquel cuerpo que su vida entrego. Le dio a su pueblo la voz más fuerte y el corazón más puro para luchar por su libertad. Yo lo llame “el hombre animal”, porque rugía con toda su fuerza como león ante las hienas que trataban de lastimar a su rebaño. Era el águila vigilante y veía la injusticia y el dolor que en la selva de cemento había. Como fuerte elefante defendió a su gente y como puma ataco el ego de las fieras que acechaban. Su camino siempre fue de tierra pero sus pasos de hierro, él tenía miedo como cualquiera pero valor como ningún otro ser. Era el fuego que prendió la leña de un infierno que un pueblo quemo y también fue el agua que apaciguo la llama de la guerra. A él no lo freno un disparo, porque han pasado los años y aún resuena: “les pido, les ordeno, cese a la represión”. Quizá sea exagerado, pero él es “el santo de los pobres” y el don de El Salvador, siendo el más hombre entre los hombres, y el más fuerte que murió. “si te preguntan por mí, di que ando en un viaje, que regreso de noche y que duermo de tarde”. “aquel que me apunta al pecho está pensando en su disparo; al pasar del tiempo pensara que al pueblo ha disparado”. Como su voz nunca muere, el pueblo aun lo aclama, como los versos de un poeta nacido del fuego, nacerá desde el fondo del alma. “y será para siempre el santo de los pobres”.

Posted in Literatura on Jul 10, 2018


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